Autora: diana
Fecha: 14 diciembre, 2022
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Sales de fiesta con tus amigos, como un fin de semana cualquiera, y estáis en el local más de moda de la ciudad. Mientras bailáis y tomáis una copa, tu mirada se cruza con la de una chica preciosa que está al otro lado del garito. Hay algo en ella que te llama mucho la atención. De hecho, sientes una chispa en tu interior, como el inicio de un deseo que ya has probado otras muchas veces. Excitación, y la mente comienza a desatarse, imaginando un millón de opciones. T todo por una sola mirada. Cuando consigues acercarte a ella, parece mostrarse interesada. Hay química, hay feeling entre los dos. Pasas al ataque y empiezas con el contacto físico. Ella no se aparta. De hecho parece encantada con la situación. Tanto que una hora más tarde estáis llegando a tu casa para tener una noche de esas que no se van a olvidar jamás. Pero el sexo no es tan espectacular como te imaginabas. De hecho, casi has disfrutado más de todo lo anterior que del propio polvo en sí.

La química que había en el bar ha desaparecido en cuanto la has tenido desnuda en tu cama. Y ella parece haber sentido lo mismo, como si las expectativas hubieran matado el placer. Porque aunque creamos que todo tiene que ver con la química, con la pasión en la piel, el cerebro también es muy importante en las relaciones. Y no nos referimos solo a la forma en la que reacciona ante los impulsos sexuales, que también. Cuando tenemos un deseo por alguien, cuando sentimos esa fuerza en nuestro interior, está claro que proviene no solo de un instinto, sino de nuestro pensamiento. De nuestros gustos, de nuestras preferencias, sean más o menos lógicas. El camino que nos lleva al placer pasa de manera inevitable por nuestra mente, por nuestro cerebro, incluso cuando no hay ni siquiera expectativas o fantasías creadas. Es por eso que hay gente que afirma que se excita más de forma mental que físicamente. ¿Hasta qué punto es esto cierto? En este artículo queremos analizar lo que siente cada parte de nuestro cuerpo al excitarnos.  

El deseo sexual y su origen

Todos lo hemos sentido alguna vez, aunque pocos han podido explicarlo con palabras certeras. ¿Es como un huracán o más bien como una llama intensa? El deseo sexual no es una invención, es algo latente que se enciende en nuestro interior, como un impulso primario. Es por eso que muchas veces lo hemos considerado casi como algo instintivo, que no pasa por la lógica ni la razón. Y en muchas ocasiones es así, pero ese impulso no es tan orgánico como parece.

A lo largo de nuestra vida, nuestro cerebro ha ido recopilando, analizando y canalizando millones de estímulos. A través de ellos hemos ido conformando nuestra forma de ser, nuestros gustos y preferencias. El deseo sexual se activa cuando alguien encaja en esos gustos o nos transmite algo que nos gusta, solo a nivel mental incluso. Y es que muchas veces ese deseo nace solo con una mirada, sin que haya contacto de por medio.  

Las zonas erógenas

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Pero para la mayoría eso no basta. Está claro que todos tenemos preferencias sexuales y que nos sentiremos maravillados por una chica que encaja en dichas preferencias, pero luego hay que pasar a la acción. Como en el ejemplo de la introducción, hay personas que nos gustan a primera vista, pero cuando las besamos, o cuando tenemos más intimidad con ellas, la cosa no funciona. Se suele decir que no hay química, y de hecho, esto es literal. Somos compatibles, a nivel químico, a través de nuestra saliva, de los besos, de las caricias, de la forma en la que sentimos el placer, con algunas personas, pero no con todas. Es lo que ocurre por ejemplo cuando alguien nos encanta por su forma de ser, pero no nos resulta atractivo o excitante. El físico también es muy importante, y no solo en la fase previa.

El deseo sexual también nace de esa atracción física, y pasa a mayores cuando entramos en contacto con la otra persona. Cuando sentimos sus caricias y sus besos, cuando nos dejamos llevar por la pasión y damos rienda suelta a lo que llevamos dentro. Esa atracción se consuma a través del placer sexual, y para conseguirlo, podemos hacer uso de nuestros conocimientos y disfrutar de las zonas erógenas de nuestra pareja. El cuerpo se activa mucho más fácilmente en ciertas partes, que hacen que estemos preparados para disfrutar de una relación completa. En los hombres, la excitación se denota en la erección del pene. En las mujeres, al humedecerse su zona genital. Conseguir esto a través del tacto es la manera más directa de lograr esa excitación, pero no solo debemos tener en cuenta el físico.  

Nuestra mente hace el resto

El chico te está tocando en todas las partes que necesitas, y la excitación va subiendo cada vez más, pero hay algo que falta, y lo notas. Es como si fuera todo demasiado automático, como si no hubiera verdadera pasión, solo una serie de movimientos ya preparados, casi automáticos. ¿Qué es lo que ocurre? Que con ese estímulo no es suficiente. Necesitamos salir de esa rutina y que ocurra algo más para excitarnos de verdad. A veces basta con una mirada, o una simple frase, para que todo se active. Hay gente que, de hecho, solo se excita cuando su pareja le dice ciertas cosas. Eso surte incluso más efecto que las caricias y los besos. Por eso no debemos dar por perdida la parte mental, y entender que nuestro cerebro también tiene mucha importancia en lo sexual.

La excitación no es más que una respuesta orgánica, y por tanto, también pasa por el cerebro. De forma más o menos clara o consciente, pero lo hace. No es que podamos preparar a nuestra mente para que se excite con ciertas cosas, pero ser consciente del camino del placer ayudará a que podamos entenderlo mucho mejor. La mente tiene un papel importantísimo en nuestro placer, tanto para bien como para mal. De hecho, la mayoría de problemas sexuales suelen devenir de traumas o trastornos que tienen su raíz en la mente y en el cerebro. Para aprender a manejarlos debemos entenderlos primero, y será como desbloquear una parte que no conocíamos de nosotros mismos. Por eso la terapia sexual ayuda tanto a los hombres a mejorar su rendimiento cuando tienen problemas en la cama.  

Qué nos excita de los demás

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Es una pregunta que muchos se hacen, pero con una respuesta complicada, en tanto que es muy probable que cada cual tenga sus preferencias. Pero no hablamos de por qué unos hombres prefieren a las rubias y otros a las morenas. Vamos más a la raíz, a lo básico, a entender qué es lo que nos llama la atención de cualquier persona.

Su físico, está claro, tiene mucho que ver con la excitación. Pero la personalidad, la manera en la que irradia seguridad, inocencia o cualquier otra cualidad que nos atraiga, también contará. De hecho, alguien nos puede parecer muy sexy solo por su forma de ser, aunque no se tan atractivo físicamente. La mente tiene mucho que ver en esto, y el cerebro puede resultar, al final, el órgano más sexual.

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